La arquitectura biomimética existe desde hace varias décadas, aunque los avances tecnológicos han permitido su máximo desarrollo en los últimos años. Inspirada en la naturaleza, se caracteriza por diseñar entornos innovadores y sostenibles que redefinen la relación entre el hombre y el entorno construido.
Ya a fines del siglo XIX, el legendario Antoni Gaudí anticipaba que la arquitectura del futuro se basaría en la naturaleza, debido a que esta es la forma más duradera, racional y eficiente. Incluso en su obra maestra, La Sagrada Familia, esbozó este concepto diseñando columnas que se inspiran en los árboles de Barcelona.
A medida que la conciencia ambiental crece y la necesidad de soluciones sostenibles se vuelve más urgente, la arquitectura biomimética está destinada a desempeñar un papel crucial en la construcción. Desde ciudades que imitan los patrones de las redes de hongos hasta rascacielos inspirados en la estructura de los huesos, la tecnología que imita la naturaleza está transformando la forma en que se concibe la arquitectura.
Así es que este enfoque no se reduce únicamente a una tendencia estética, sino que es una respuesta inteligente y respetuosa hacia los desafíos del cambio climático. Al mirar hacia la naturaleza como protagonista, la arquitectura biomimética invita a redescubrir su belleza y su eficiencia ofreciendo el camino alternativo hacia un futuro más equilibrado y armonioso.
Se trata de un enfoque basado en las formas, los procesos y los sistemas presentes en la naturaleza para resolver desafíos humanos. A través de la observación de la biología y la ecología, los arquitectos buscan integrar soluciones que sean tan estéticamente atractivas como eficientes y sostenibles.
La arquitectura biomimética no busca replicar puramente las formas del mundo natural sino más bien comprender las normas que lo rigen, abriendo nuevas posibilidades para una coexistencia más armoniosa entre el ser humano y el medio ambiente.
La adaptación y la innovación son elementos claves. La naturaleza ha perfeccionado la adaptabilidad a lo largo de millones de años y la arquitectura biomimética incorpora esta versatilidad en sus diseños mediante estructuras capaces de resistir cambios ambientales y climáticos.
La eficiencia energética es otra característica fundamental en este enfoque. Los sistemas naturales son inherentemente eficientes en el uso de la energía, por lo que los edificios biomiméticos buscan imitar estos principios, utilizando estrategias como la ventilación natural, la captación de energía solar y la gestión inteligente de la luz.
La huella de carbono cero se logra a través de nuevos sistemas energéticos que potencian la eficiencia a otro nivel, así como gracias a las posibilidades de la impresión 3D que reduce la necesidad de energía para el transporte y la fabricación.
Los materiales sostenibles también son una prioridad; la biomimética fomenta el uso de materiales inspirados en la naturaleza como aquellos que se regeneran rápidamente o se obtienen de fuentes renovables. Esto reduce la dependencia de recursos no renovables y disminuye el impacto ambiental de la construcción.
Tres edificios biomiméticos por el mundo
Torre de la Vida, Senegal. Con su gigantesca estructura construida en la ciudad de Dakar, es uno de los máximos símbolos de la arquitectura biomimética. Su color terracota evoca las construcciones artesanales de barro de la región y la tonalidad de los paisajes africanos. Firmado por el estudio Built by Associative Data y Guallart Architects, el proyecto cumple con varios de los requisitos del enfoque biomimético en términos energéticos, siendo capaz de generar más energía de la que gasta. Su estructura terrosa exterior permite crear un microclima por medio de sus perforaciones, utiliza vidrio fotovoltaico para generar electricidad, un sistema de recolección de agua de lluvia en un aljibe ubicado en sus cimientos y un biorreactor que transforma residuos orgánicos en energía.
The Gherkin, Londres. Diseñado por Norman Foster, la construcción imita el sistema respiratorio de las esponjas marinas y anémonas de mar, que utilizan los orificios y canales del cuerpo para distribuir el oxígeno. Esto se logra a través de un sistema de ventilación inteligente que proporciona aire a toda la torre de forma eficiente. El edificio usa ahorros energéticos que permiten utilizar la mitad de la energía que una torre de similar características consumiría normalmente. Citando palabras de Foster: es la naturaleza la que regula y controla la temperatura del edificio.
Bosco Verticale, Milán. Este complejo de dos rascacielos residenciales, diseñados por Boeri Studio, acoge toda la vegetación que cabría en un terreno de más de 10.000 metros cuadrados en las fachadas de los edificios. De este modo se crean grandes pulmones en medio de la ciudad. Las plantas se mantienen gracias a la incorporación de suelo fértil en los balcones y un sistema de riego que recoge el agua de lluvia.